Santo Domingo de Guzman (1171-1221)
A finales del siglo XII y comienzo del XIII, toda Europa occidental se ve sacudida por cambios importantes tanto en el plano político como en el social y eclesial:
• el feudalismo entra en crisis y se debilita: se constituyen pequeños estados y, los derechos de las personas toman fuerza frente al poder de los señores.
• una paz relativa facilita el desarrollo del comercio. Surgen nuevas ciudades que muy pronto se manifiestan celosas de su autonomía
• esta paz favorece una eclosión demográfica: el campo se despuebla y ya no es más el centro de la vida. Los nuevos ciudadanos se organizan en corporaciones, con sus leyes
propias, mientras que los monasterios, centros de la evangelización rural, pierden su influencia.
Es la época en la que se construyen las catedrales.
• la Iglesia misma atraviesa por una fuerte crisis: en su interior lo que escandaliza es la riqueza de la jerarquía y la poca formación del clero; al exterior, los
movimientos heréticos,
que tienen aparentemente un gran éxito, crean confusión en la gente.
En este cuadro histórico se ubica la figura de Domingo.
En efecto El nace de Feliz de Guzmán y de Juana de Aza, en 1771 en Caleruega, en la Vieja Castilla.
Alrededor de los siete años se le confía a un tío sacerdote, quien se encargará de su educación y de su formación espiritual.
A los 15 años cursa sus estudios en la Universidad de Palencia. Y es en este tiempo que durante una carestía, toca con mano el sufrimiento de la gente y se da cuenta de que,
estudiar o predicar la Palabra de Dios significa, ante todo, encarnarla. Por eso, con el ardor que lo caracteriza, vende todos sus libros: “No puedo seguir estudiando sobre
las pieles muertas, cuando los pobres,
mis hermanos, mueren de hambre”.
Joven sacerdote, en 1198, lo encontramos entre los canónigos regulares de la Catedral de Osma donde, en el silencio y en la oración, se dedica a la contemplación y al
estudio, para conocer el verdadero rostro de Dios, revelado en las Escrituras y sobre todo en Jesús crucificado. Durante este período, experimenta también la fuerza y el valor de
la comunidad.
Su vida parecería ya definitivamente proyectada. Pero, en 1204, elegido por su Obispo Diego como compañero para una delicada misión diplomática en Dinamarca, abandona España y sus
seguridades, por una aventura que enriquecerá y cambiará no solamente su persona.
Tiene 33 años y ya no volverá nunca más a su tierra natal.
Dos encuentros particularmente fuertes serán el “crisol” en el que el Señor forjará en Domingo
el corazón de “predicador”:
• En Toulouse, tiene un primer contacto directo con la herejía cátara y albigense: pasa toda la noche discutiendo con su hostelero, un herético cátaro, hasta llevarlo a la
conversión. Domingo se siente así llamado a predicar a los herejes para “dar carne” al rostro de un Dios Padre, compasivo y misericordioso, que quiere que todos se
salven.
• En Montpellier, a través del encuentro con un grupo de misioneros católicos, duramente criticados por los herejes a causa de sus riquezas, Domingo siente, cómo el Dios revelado
en Jesús “servidor sin gloria ni prestigio”, no se puede anunciar con el poder o la fuerza: “Bajen de sus caballos y vayan de dos en dos, en pobreza voluntaria…”.
El encuentro con la Palabra y con los hambrientos de pan o de verdad, serán en adelante para Domingo, lugares de contemplación constante, de entrega total y harán de él, una
“Predicación viviente”.
En 1215 el Obispo Fulco de Toulouse lo nombra predicador de su diócesis. Mientras tanto algunos amigos se reúnen con él porque comparten el celo de la predicación por la salvación
de los hermanos; en diciembre del 1216 esta primera comunidad, recibe del Papa Honorio III la aprobación oficial de la “Santa Predicación”.
La obra de los nuevos predicadores es sostenida por la oración de las monjas de Prouilhe, monasterio fundado por Domingo para jóvenes cátaras convertidas.
Convencido de que “el grano amontonado se pudre”, en 1217 Domingo envía a sus hijos a toda Europa: París, Bolonia, Oxford, Colonia.
De 1220 a 1221, Domingo elabora las primeras bases de la Orden: los frailes estarán totalmente “dedicados a la predicación de la Palabra”, entregados a la contemplación de
la Palabra, caracterizados por la búsqueda de la Verdad encarnada en una fraternidad cada vez más universal.
Consumido por su pasión apostólica, Domingo muere en Bolonia el 6 de Agosto de 1221. El 3 de Julio de 1234, el Papa Gregorio IX lo proclama “SANTO”.